viernes, 2 de mayo de 2008

La arquitectura del miedo



Hace algunos años, Jorch (Jorge González) se le ocurrió que hiciéramos un ejercicio de una narración arquitectónica... y pues este fue el resultado de nuestro experimento, que incluso se publicó en Sangre y Cenizas.

Veamos que tal?


La arquitectura del miedo.

El miedo es una de las emociones más antiguas y poderosas de la humanidad, y el tipo de miedo más viejo y poderoso es el temor a lo desconocido.
H.P. Lovecraft.


Imagina por un momento lo que significa estar solo dentro de una abadía o catedral gótica justo a la mitad de la noche. Poder observar detalladamente todo lo que sucede a su alrededor mientras el miedo se cuela lívido por todo su cuerpo y usted se percata en un segundo de lo que sucede alrededor de sí: el frío, el silbido del aire que penetra de afuera, el estruendo de una tempestuosa lluvia que lo hace temblar; la oscuridad impoluta; tres torres elevadas al cielo, casi tocando la solemne gloria de la eternidad por encima de todo fin particular, muestra el devoto miedo y la constante culpa que sentían los hombres de su época ante el temor a Dios. Es ahora cuando comienza el verdadero miedo, el miedo a lo desconocido.

Cualquiera que haya tenido la suerte de estar frente a una edificación gótica, se percatará que lo dicho aunque hiperbólico, no es mentira. El hombre siente temor, de aquello que no comprende ni controla del todo. Cuantas veces hemos caminado dentro de una catedral y nos encontramos ineluctablemente atraídos por una figura, un retablo, alguna pintura o cualquier otro elemento. Habemos muchos, que nos detenemos precisamente ante las luces de los cirios y las sombras que producen; el movimiento provocado por el viento y las formas danzando por doquier.

Completa esta quimera con las interminables historias inquisidoras que ahí sucedieron… escuche la reverberancia de ese fragoroso silencio y continúe leyendo junto a los monjes que devotamente alzan sus coros hacia el creador… encontremos pues, esta arquitectura del miedo.

Al acceder en un templo gótico como la catedral de Reims en Francia, que data del 1280 – 1300 de nuestra era, se puede sentir ese sobresalto, vago sentimiento de atracción por la divinidad, magnificencia. Se puede escuchar un silencio sepulcral: juego de claro – oscuros y manifestación de la forma impregnada en el ambiente. Reims nos hace sentir la grandeza de lo sobrenatural y el miedo a lo desconocido. Penetra en el espacio y se inserta, en vez de definirlo y cerrarlo para siempre.

El miedo creado por la proyección de líneas a través del mismo – Reims -, confunde la lógica visual y provoca la transformación de un sistema de armaduras interpoladas que se debaten entre la ilusión pictórica y nuestra ilusoria racionalidad lógica. Todo ello, trae consigo nuevos valores de dirección, amplitud y escorzo del espacio.
Una ligereza ingrávida incitada por la bóveda de crucería gótica, hace que voltees al techo, y te percates de lo efímero, pequeño y limitado que eres, haciéndote parecer un adorno o más de esa declamación pétrea.
La sensación que comunica el interior de la catedral es de levedad y a la vez de pasmo, de aire que circula libremente. De curvas flexibles ya flamígeras y de energía concentrada que parece crecer como un árbol… como un lúgubre y sombrío bosque.

Los arcos apuntalados crean un intrincado reino espacial que parece salirse de control, una manifestación intelectual más allá de lo natural. Exigiendo de nosotros, un respiro y otro tanto de paciencia para evitar la locura.

La Trinidad Divina representada por aquel objeto que impone duda, curiosidad, a veces miedo…

Algunos dirán que le miedo que emana de ese lugar – esa arquitectura -, se debe a las historias, a los mitos y leyendas que abundan entorno a las abadías, los conventos y las catedrales góticas. Imaginan la cantidad de muertos caminando entre los vivos. Se sabe que algunas de estas edificaciones estaban acompañadas de cementerios y panteones, así como catacumbas y osarios que segregan un estímulo más, para esta evocación. Muchos oros dirán: este tipo de arquitectura no provoca ni siquiera temor. Bueno, no todos han estado en una catedral a media noche. Yo lo que sé, es que al cerrar las puertas, todo cobra vida… y cobra muerte.